Caminando por la vida de Mª Gema González Jaraíz
CAPÍTULO 1
Una sensación conocida
Son las 16:27 horas del 22 de agosto, ayer trabaje de noche, pero era una noche diferente; al llegar a la planta y ver todas las cosas fuera en el pasillo, los carros con ropa de cama, otros con todo lo necesario para atender al paciente, me dio un vuelco el corazón .
Me volvió la sensación que tuvimos meses atrás, esa sensación que te acongoja el corazón y te rompe el alma, no puede ser que estemos comenzando de nuevo.
Pero sí, ya ha comenzado, hemos doblado el número de pacientes en solo una semana. No ha llegado la época de gripe, y ya vamos a abrir otra planta para pacientes
Covid, y eso en nuestro hospital, ya que los grandes ya tienen varias plantas abiertas para estos pacientes.
Algunos ni siquiera hemos salido de vacaciones y ya se oye que lo mismo, no las podemos coger, yo por suerte mañana comenzaré con las mías.
Creó que ningún año he necesitado vacaciones como este, el cansancio y no solo físico sino mental no te deja ni descansar, te despiertas en mitad de la noche o del día
(Si estás de noche), duermes a ratos y cada vez que te despiertas te vuelve a la cabeza las situaciones vividas.
Ayer mismamente, acababa de entrar a trabajar y no había cogido ni el parte cuando tuve que ayudar a ponerse los Epis a dos adolescentes, para que se pudieran despedir de su abuelo, con el agravante de que una semana antes vinieron a hacer lo mismo con su abuela, no hablaban, sus ojos lo decían todo.
Estaban tan nerviosos que no eran capaces ni de colocarse la bata correctamente. Y allí estás tú, aguantando el tipo e intentando que no se te salten las lágrimas junto a ellos, en silencio, dándoles indicaciones y diciéndoles que por mucho que queráis abrazarlo, procurar no acercaros mucho, cosa difícil y más en esos momentos que le ves ahí tumbado en la cama, respirando a duras penas
Momentos muy duros y más si no puedes abrazarlos, la mayoría de la gente no lo consigue y al final los abraza, porque es instintivo, porque necesitamos abrazarnos para compartir el dolor, para hacerles saber que estás ahí, que le quieres y que no le dejaras solo.
Ellos a pesar de todo han tenido suerte, aunque han perdido a dos seres queridos por el Covid en un espacio de tiempo cortísimo, pero a pesar de eso han podido venir a decirle adiós. Yo no sé, ya he perdido la cuenta de cuantas personas se han ido este año sin que sus familias hayan podido ni siquiera acercarse a darles la mano, o que oyeran su voz por última vez.
Lo único que te consuela es el poder haber ayudado, aunque solo sea a que no se lleven el virus para casa.
No está mal el comienzo de la noche, no hace ni una hora que estas en el trabajo y ya has pasado por un montón de sensaciones, y nada buenas.
Pero ahí estás tú quitándote el Epi, con cuidado para poder ir a coger el parte y esperando que el resto de los pacientes estén bien. Y la noche continua, y cinco minutos después estas reclamado a tu supervisora la falta de personal, porque los paciente aumentan, pero hay que estar pidiendo refuerzos, yo no sé, se deben pensar que nos podemos dividir.
Un rato después aparece una compañera, a la que han sacado de otro servicio, para que nos eche una mano. Con lo cual desvestimos a unos para arropar a otros.
Pero todo va bien, y los de las altas esferas solo se preocupan en echarse la culpa los unos a los otros en vez de unirse y entre todos intentar paliar esta situación.
No solo ellos tienen la culpa de todo esto, a la gente se le ha olvidado ya los momentos vividos, solo aquellos que han sufrido la enfermedad en sus carnes, o en la de un familiar cercano cumplen las normas a rajatabla.
La gran mayoría no saben nada más que decir tonterías, “demasiado tiempo libre”, no ven más allá de sus narices, me da mucha rabia que a la gente haya que prohibirle las cosas para que hagan un poco de caso-
Y aun así les da igual, solo se acojonan cuando el virus les da de lleno, o a alguien con el que han estado, y este ha dado positivo, y entonces aparecen por la urgencia o los centro de salud, con el miedo en la cara, una vez que les hacemos la PCR ya está, pero lo de hacer el aislamiento hasta el resultado o la cuarentena por contacto directo, “eso”, es otro cantar.
Pero todo va bien, si no que se lo pregunten a los anti mascarillas, o a los que quedan para contagiarse. Y lo peor es cuando se han contagiado, se lo han pasado a los abuelos, y te viene enfadados porque menuda nos han liado los abuelos, como le dije a uno, ¿acaso tu padre salía de casa?, ¿Cómo tienes el valor de echarle la culpa a él?, deberías estar en cuarentena, bien con tu padre
aquí o en casa.
Al final el pobre abuelo se fue, en nuestra compañía, como en plena pandemia, porque sus parientes han tenido que confinarse.
Y todo por no respetar unas simples reglas, que hasta los más chiquitines entienden.
Caminando por la vida de Mª Gema González Jaraíz