Luna de noche
Capítulo 1
Finales de septiembre y no soporto este desglose de mi vida. Siento que me mata lentamente. Me fui a los infiernos y me quedé a un paso del cielo. En la ventana que da a mi calle caen unas gotitas de lluvia y se adhieren al vidrio, donde mi reflejo es pálido y seco. Como si las ramas se hubieran entrelazado en mi alma. Me noto inevitablemente distinta, después de la insondable tristeza que está ahí. Tengo que amarme, amor. Aunque esto me duela, tengo que amarme. Se acerca el invierno, lo que tapará hasta la última colina de mi ciudad, convertirá todo en una blanca desolación. Quisiera contarle mis inquietudes al viento. Estoy parada frente a la nada, poniendo mis manos en mis labios, con los ojos llorosos y mi mente en blanco. Te extraño tanto, y no estás. Esquivo la mirada, despacio, y diviso algo entre las sombras de mi cortina. Creo que es producto de mi imaginación, y el ansiolítico ya hizo su consecuente efecto. Algo suena en mi cocina. Se me había olvidado que dejé haciéndose el café y está llegando a su punto de ebullición. Camino rápido, pasando por cada uno de tus rincones que dicen hablarme. Un poco tarde, se mancharon todas las hornillas. Cojo un trapo y lo limpio. Me sirvo el café en una de tus tazas favoritas. Estoy cansada y débil, como si hubiera estado mil años en cama tras una guerra y, destrozada, perdí la batalla. Me muevo 10 lentamente. Con una mano recorro las paredes de mi casa, mientras con la otra sujeto aquella taza, aquellos labios que quedaron lavados. Llego a mi cuarto, todo esto me recuerda a ti. Mi cuerpo, mi pelo, mi piel, mis libros, mis cuadros. Y la esencia de tu aroma impregnado entre sábanas. Doy dos sorbos al café. Siento que me quema y me hace un agujero en lo más hondo. Lo dejo en la mesa de imborrables momentos. Esos momentos, recientes y lejanos, solos en su silencio, conocen la huella de nuestro recuerdo. Me quito mi bata, no sé cuántos días han pasado y de mí brota una sensación peculiar. Mis bragas emanan un olor a pescado seco, y mis pechos están erguidos. La barriga aparece tan plana como un papel. Me suelto el pelo dejándolo pegado a mi cintura que lo acaricia, suave. Me recuesto en la cama, abro pleno mi cuerpo. Sin prisa, paso mis manos sin ti, y tu presencia dice hablarme. Me muerdo los labios mientras meto mis dedos en un lugar tan mío, donde toco las campanillas y emiten un sonido. Tu esencia me descoloca el vacío, ángel mío. ¿No ves cómo me tienes, insolente, temblando de noche, para intentar llegar a un orgasmo? Que muero de llanto y desconsuelo, no hago otra cosa que pensar en ti, quisiera tirarme al vacío y gritar. Necesito algo recorriendo mi cuerpo como la adrenalina. Porque estoy conectada a ti. Contigo pasé momentos difíciles. No excuso mi parte de responsabilidad, pero tampoco puedes esconder tu culpa. Ahora tengo que esperar a que sea de noche, a la luna de noche, y que sean las doce para salir de esta monotonía.